De las soledades 2.0 al Trabajo Colaborativo

Quizás alguno no se enterado aún, pero estamos viviendo en la era de la colaboración y una nueva revolución ha llegado para quedarse. Es la revolución que se dio en llamar 2.0. La escuchamos por todos sitios, TV, radios, publicidades, redes sociales, etc. Esta nueva cultura sacude hoy los escritorios empolvados de muchas organizaciones para levantar la voz y alertarlas que  existe una nueva forma de trabajar diferente a  lo que veníamos haciendo hasta ahora que suma automáticamente sentido de la pertenencia, productividad,  innovación y creatividad.  Con una fórmula muy sencilla: “cuanto mayor sea el compartir del saber hacer de nuestros trabajadores aflorará la creatividad general y mejorarán los resultados”. Esta necesidad por crear y por hacer partícipes a los demás del propio conocimiento es una de las motivaciones más potentes en el ser humano y una de las mejores maneras de conseguir rendimientos por encima del mínimo. Este es el verdadero desafío.

Aun en un escenario de crisis, atracción y retención del talento son palabras clave en la era digital, una era en la que la competencia obliga a la eficacia y a la innovación constante. Las personas son las que crean y las que consiguen que las organizaciones avancen, y esto sigue siendo válido aún para los periodos más críticos. Conseguir una fuerza laboral comprometida con el negocio y su proyecto es tan difícil como necesario. De ahí que las empresas se vean obligadas a poner en marcha medidas innovadoras, incluso a replantearse las nuevas tareas, funciones y competencias de muchos de sus puestos vigentes y necesidades futuras.

El cambio de paradigma en el ámbito social, laboral y empresarial, anunciado ya por diferentes autores durante las últimas décadas del siglo XX, se está contemplando en la actualidad en toda su magnitud. Este nuevo paradigma está siendo impulsado por una nueva evolución de las TIC (tecnologías de la información y comunicaciones) hacia herramientas que se denominan colaborativas, tecnologías sociales o 2.0. En palabras de Sáez, estamos pasando de las TIC a las TVIC, es decir, “tecnologías para la vida cotidiana” (Sáez, 2007). De hecho, podría añadirse que los términos TIC y TVIC dejarán de ser usados por las generaciones venideras. Dichas tecnologías estarán integradas de tal forma en su forma de vida que emplear estos términos será tan irrisorio como lo sería hoy hablar de una sociedad con energía eléctrica.

Vivimos y trabajamos en una sociedad que cambia con la tecnología y una tecnología que cambia gracias a la interacción de los que la utilizan. Todo ello a una velocidad de vértigo.

Es por ello que será nuestra responsabilidad facilitar el acompañamiento a aquellos que en nuestro entorno caminen a un ritmo diferente. No se trata de entender cómo funciona una App, como funciona un entorno web, o un móvil, tablet o un ordenador de ultimísima generación.

Necesitamos que la gente comprenda que hoy lo que se facilitan son los medios, pero el “hambre de interrelacionarnos” está vigente, y es imprescindible no provocar el aislamiento 2.0  o las soledades 2.0, sino todo lo contrario, salir de las cavernas para establecer sociedades de trabajo colaborativo que trasciendan fronteras, que interrelacionen edades y experiencias, y que por conciencia generen un valor añadido. Que la frase del poeta “A mis soledades voy, de mis soledades vengo” no se haga esta vez realidad.


Que la sociedad cambia con la tecnología no es una novedad y ha sido citada por diferentes pensadores pero si es una novedad, que la tecnología cambia con la colaboración del usuario.

Este cambio es el que nos lleva a hablar de conceptos como: 1) Web 2.0 (O’Reilly, 2005) o entorno 2.0, que facilita la interacción: colaborar y compartir información, añadir contenido, etc.; 2) “inteligencia colectiva” (Lévy, 1999); 3) “nativos digitales” (Piscitelli, 2009); 4) era de la colaboración; 5) “generación Einstein” (Boschma, 2008), conceptos que ponen de manifiesto que una nueva revolución, que tiene que ver con la manera de trabajar y de relacionarse de las personas, ha llegado para quedarse (Li, 2007).

Sabemos que los jóvenes son permeables ante las nuevas tecnologías colaborativas y las acogen con entusiasmo. Entre ellos, hay más early adopters que entre personas de mayor edad. La generación que se está incorporando a las empresas es digital y asume los valores de la red: apertura, agilidad, participación, horizontalidad, transparencia, colaboración, creatividad, etc. Siendo así, las políticas empresariales no puede quedar al margen de la cultura que respiran los jóvenes y de lo que acontece a nivel social.

Incluso, el cliente interactúa con la empresa de forma “colaborativa” y, dado que es atendido por empleados de la empresa, empieza a ser importante que éstos aprovechen los medios sociales para ser más efectivos en su trabajo. Otro de los desafíos será la atención a ese cliente social que compara, comparte información, demanda atención, pide soluciones y publica lo que piensa con un impacto y viralidad muy alta. Para ello, empleados y directivos tienen que zambullirse lo antes posible al mundo 2.0, entendiendo las reglas del juego, el cambio cultural y el nuevo lenguaje, y no observarlo como un mero cambio de “programa informático de moda”.


El ser humano es un ser social y ello implica que es capaz de crear con mayor avidez en colaboración con otros. La cocreación (creación a partir de ideas de otros) será cada vez más frecuente gracias a las tecnologías sociales.

La formación de comunidades en redes sociales generales o profesionales y el uso de las redes sociales colaborativas, consiguen que salten por los aires las estructuras formales y las jerarquías; que se colabore más teniendo en cuenta los conocimientos de la persona con la que se interactúa que su cargo; consiguen que las personas se comuniquen de manera natural en los temas de trabajo que son de su interés. Asimismo favorecen que las personas puedan demostrar sus competencias al resto de la comunidad. De ahí que es crucial la gestión del talento.

¿Estamos todos preparados para dar el gran salto y no caer al vacío? Hoy parece que todo lo sabemos sobre estos temas y que estamos empapados de lo que sucede y sale como novedad, pero… ¿realmente entendemos esto como un cambio de hábito, un cambio de modelo, de paradigma, donde se necesita muchísimo acompañamiento, formación, vencer las barreras de los miedos y de las soledades para enfrentarnos a un estilo de gestión más cercano, más humano a pesar de la frialdad de las herramientas? Los programas no mejoran los procesos. Somos nosotros, las personas, quienes lo hacemos.


DIEGO LARREA
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@larreadiego